El Príncipe frenó al Rey

BUENOS AIRES -- Histórico. Espectacular. Vibrante. Dramático. Inédito. La finalísima de Wimbledon 2008 tuvo de todo. Y será recordada por siempre como uno de los más grandes duelos de todos los tiempos. Con un final no imaginado por la mayoría, con Rafael Nadal festejando por primera vez en el césped londinense, en su primera corona de Grand Slam fuera de la arcilla de Roland Garros, y cortando la serie de cinco títulos al hilo de Roger Federer en La Catedral.
Sí, todo eso, en un partido para el infarto. Cada uno en su estilo, con muchos más errores del suizo (52 contra 27) y la magistral defensa del español, el choque, resuelto por 9-7 en el quinto set, de cuatro horas y 48 minutos, terminó siendo la definición más larga de la historia del Mayor inglés. El aguerrido contragolpeador Nadal, más ganador y feliz que nunca, contra un Federer al que le faltó oportunismo. Todo, de todo, en una batalla inolvidable.
Cuántas cosas hay para contar: rachas, hitos, proezas... Lo primero que vale aclarar, a modo de explicación resumida de por qué Nadal pudo contra Federer en la superficie que dominaba a placer, fue que estos años el mítico pasto de Londres está más lento y entonces el pique alto favorece al español, ayudándolo a pegar más cómodo, con mucho top-spin y pudiendo llegar mejor parado y con más tiempo a muchísimas pelotas.
En ese contexto se entiende mejor cómo pudo hacer Nadal para cortar la serie triunfal de Federer de 40 victorias consecutivas en Wimbledon y un invicto de 65 partidos en césped. Y, obviamente, hay que reconocer el gran progreso del mallorquín en canchas rápidas, siendo más agresivo desde la base y cometiendo escasas equivocaciones, lo que obliga al rival a forzarlo permanentemente con disparos casi perfectos y corriendo enormes riesgos.
La otra clave para comprender realmente esta hazaña de Nadal sobre Federer, ya en términos de lo que ocurrió en sí en esta maratónica y sensacional final, fue que el español aprovechó mejor las posibilidades para quebrar el gran servicio del suizo, mientras que al rey le faltó ser más oportuno y efectivo en momentos decisivos. Y eso, al fin de cuentas, en el más alto nivel mundial, entre rivales de la máxima jerarquía, valió oro.
Claro que ese rubro resultó determinante y no admite dudas. Aún cuando parezca escaso el porcentaje de break-points convertidos por Nadal (31 %), con cuatro de 13 chances, vemos que el 8% logrado por Federer, con sólo una oportunidad concretada sobre 13 fue insuficiente. Y terminó siendo letal para las aspiraciones del helvético.
Por eso, por ahí pasaron las claves. Eso, potenciado por la mayor facilidad de Nadal para moverse en el césped inglés, entre la lentitud de la superficie con respecto a la gran velocidad de otros tiempos y gracias a su evolución tenística que va más allá de su aliado polvo de ladrillo, hizo que resultara un verdadero dolor de cabeza para el agresivo y ofensivo Federer. Así, fue cara y ceca de un duelo realmente no apto para cardíacos.
NÚMEROS QUE SON ELOCUENTESAhora reparemos un poco, en números y hazañas, en lo que significó este increíble éxito de Nadal, de 22 años, y esta gran decepción de Federer (cumplirá 27 el mes próximo). El español se convirtió en el primer varón en ganar Roland Garros y Wimbledon en forma consecutiva, desde que lo hiciera el sueco Björn Borg en 1980. Haber conseguido esa doble corona es el ejemplo más cabal de su mayor adaptación a las canchas veloces, porque ya está fuera de toda discusión su supremacía en arcilla.

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Nadal levantó por primera vez el trofeo de WimbledonAsí, Rafa mejoró su récord en finales de Grand Slam a 5-2, ya que viene de triunfar en París en las cuatro últimas temporadas y había sido superado por el helvético en las definiciones de Londres de los dos años previos. En tanto, Roger quedó con una marca de 12-4, con el plus de que fue la primera vez que cayó en un partido definitorio de un Mayor en canchas rápidas.
El suizo, que había celebrado en los últimos cinco Wimbledon y se coronó en cuatro ocasiones en el US Open y en tres en el Abierto de Australia, continúa con 12 títulos de Grand Slam en su carrera, a dos del tope mundial que ostenta el estadounidense Pete Sampras. Y para Nadal, esta victoria le reportó una doble hazaña: es el español con más Mayors (5) en su haber y el segundo hombre de su país en ganar el trofeo londinense, después de que lo consiguiera Manolo Santana en 1966.
De esta manera, Federer vive una situación particular: es el primer año, desde el 2004, que no es el varón que más Grand Slam logró en una temporada, ya que inclusive esa vez, en el 2006 y en el 2007 consiguió tres de los cuatro. En el 2008 no se adjudicó ningún Mayor y sólo resta jugarse el US Open. En tanto, ahora Nadal tiene un invicto de 24 encuentros, desde que perdió con su compatriota Juan Carlos Ferrero en el debut de Roma.
Además de la histórica doble corona de Roland Garros y Wimbledon, el español fue el primero en festejar, en el medio, en Queen's, el tradicional campeonato sobre pasto previo a La Catedral. Por lo tanto, este año ya obtuvo seis títulos: cuatro en arcilla y dos en césped (los dos primeros de su vida) y acumula un total de 29 copas como profesional. En cambio, Federer sólo ganó dos coronas en el 2008 y ya tiene 55 en sus vitrinas.
En los duelos personales, ahora Nadal tiene una marca de 12-6 contra Federer (9-1 en arcilla, 2-3 en cemento y 1-2 en césped). Este fue el 14° choque de ambos en finales, con ventaja de 10-4 del español, quien también lidera los enfrentamientos en definiciones de Grand Slam por 4-2. Esta superioridad se debe a su inigualable defensa, su mentalidad combativa y un juego que, como zurdo y con muy pocos errores no forzados, complica muchísimo al suizo.
Si algún desprevenido creía que, con este enroque de actuaciones en Wimbledon con relación al año pasado, Nadal podía superar a Federer en el ránking de la ATP, eso no ocurrirá, al menos por ahora. Si bien se redujo la ventaja del helvético sobre su escolta a menos de la mitad, el tenista más ganador que los que hoy están en actividad sigue en el trono de manera ininterrumpida, desde que se transformó en rey en febrero del 2004.
RAZONES QUE SON CONTUNDENTESVolviendo al partido en sí, a todo lo que nos regalaron estos dos grandes monstruos, de patrones de juego diferentes, hubo razones que muestran por qué ganó Nadal y por qué perdió Federer. El resultado final se inclinó para el español, indudablemente el mejor del mundo en este año, justo en la temporada más floja del suizo desde que lidera el ránking, en la que arrastra más caídas de la cuenta para semejante jerarquía.
Esto, en otras palabras, demuestra que el rey es humano, no como en los años anteriores, que era un robot, una máquina magistralmente programada para ganar y casi siempre arrasar. El propio Federer admitió que sufrió, probablemente, su derrota más dura. Y que perdió muchas oportunidades en los dos primeros sets. Inteligente para jugar y en general para resolver en la cancha, también lo es a la hora del análisis.

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Federer no pudo festejar por sexto año seguidoPara llegar a su alegría póstuma, Nadal, que jamás se había imaginado poder coronarse en Wimbledon, empezó firme y decidido desde el arranque. Venía de aplastar por primera vez a Federer, en la reciente definición de Roland Garros, y eso podía ayudar al español en el aspecto psicológico y perturbar al suizo. Quebró el saque del pentacampeón londinense en el tercer game y, tras levantar dos breaks en el décimo, y se llevó el primer set por 6-4.
En el segundo parcial, Federer pagó un precio muy caro por su falta de punch en ciertos instantes decisivos, con fallas extrañas. Veamos: se adelantó 3-0 y luego 4-1, pero no metió tantos primeros saques como él acostumbra y, en un abrir y cerrar de ojos, quedó 3-4. Otra vez cara y ceca en cuanto a las posibilidades de rompimiento, porque el suizo no aprovechó una chance en el octavo juego y otra en el décimo, sí lo hizo Nadal quebrando fácil en el noveno y logró un 6-4 impensado.
Claro, en lugar de conseguir una igualdad en sets, Federer se encontró con una desventaja inusual ante Nadal en superficies rápidas, con un 0-2 difícil de digerir. En los seis triunfos previos, el helvético había corrido en total cuatro horas menos que el español y conectado más del doble de aces (84 contra 40), pero ya de nada parecía servirle ese respeto que imponía de costumbre en la mismísima Catedral.
En el tercer capítulo, el defensor del título ganó 7-6. Luego de seguir regalando breaks, llegaron saque a saque hasta el tie-break, previa interrupción por lluvia. Federer se adelantó 6-3 y se impuso al final por 7-5. Una historia parecida se dio en el cuarto set, al ganar 7-6, pero tras un emocionante 10-8, en una muerte súbita en la que el suizo levantó dos match-points, cuando Nadal iba 7-6 (ace del helvético) y 8-7 (genial passing-shot paralelo de revés).
En el quinto set, otra vez el mal tiempo obligó a suspender con el marcador 2-2. Ambos dejaron escapar importantes chances de quiebre, hasta que el español le rompió el servicio al suizo en el 15° game, en la cuarta ocasión. Cedió un poco la iniciativa Federer con su poderoso servicio y Rafa no dejó de forzarlo sobre el revés. Ya con su saque y de noche, a minutos de que el partido se suspendiera por falta de luz natural para el día siguiente, Nadal celebró en el cuarto match-point, cuando una derecha de Roger quedó en la red.
Ese 9-7 final marcó una doble hazaña. Así, Nadal ganó el torneo que nunca había soñado, por haberse criado en arcilla, y para colmo lo hizo superando a Federer. Aún contra las cuerdas, el suizo jamás se dio por vencido y logró estirar la lucha hasta más no poder, perdiendo como un auténtico grande. Y el español se coronó con su sello, a pura garra, como otro grande de verdad. Como corolario, se felicitaron mutuamente. Dos caballeros. Dos grandes como pocos.

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