Vestido de blanco recibe a los periodistas. Les ofrece té. Su casa está decorada con motivos de fiesta -su recibimiento ha sido todo un acontecimiento en Trípoli-, una carpa, candelabros..., todo muy distinto de la cárcel donde ha pasado los últimos ochos años después de ser el único acusado de la matanza de Lockerbie, el vuelo que explotó en el aire y en el que perdieron la vida 259 personas.
"Esto es algo increíble. Estoy muy, muy, feliz", asegura Al-Megrahi. "Cuando me dijeron que estaba enfermo y que sólo me quedaban unos meses de vida mi deseo y mi esperanza era volver a casa con mi familia antes de morir... Siempre he creído que la Justicia prevalecería", añade.
Su madre, cuenta, ya ha dejado de llorar. "La dije: 'Tú no tienes que llorar tienes que estar féliz'", aunque "ella no sabe que estoy enfermo", explica.
El terrorista de Lockerbie también tiene palabras para el presidente de los EEUU, Barack Obama, que ha mostrado su indignación por la liberación de Al-Megrahi. "Él sabe que soy una persona enferma (...) y que no voy a ninguna parte que no sea el hospital para recibir mi tratamiento médico. No se preocupe señor Obama no tengo intención de ir a otro lugar", afirma.
Al-Megrahi debe permanecer en su casa de Trípoli bajo arresto domiciliario y comunicarse cada semana a través de una gran pantalla de plasma ya instalada en su salón con los funcionarios escoceses encargados de su control. Es una de las condiciones de su liberación.
Este anciano de tan sólo 57 años, pero de apariencia más vieja a la que marca su edad, sigue insistiendo en su inocencia como ha hecho desde el primer día de su condena. Solicitó su liberación por razones humanitarias y también su traslado a una prisión de Libia en virtud del acuerdo firmado entre el Gobierno británico y el libio en el mes de abril.
Sin embargo, y pese al cáncer que le está comiendo, Al-Megrahi no piensa dejar de luchar por demostrar su inocencia. "Mi mensaje a los británicos y escoceses es que mostraré pruebas de mi inocencia para que sean juzgadas", advierte.
Preguntado por el atentado y los 259 muertos, Lockerbie intenta esquivar la pregunta: "Es una pregunta muy buena, pero yo no soy la persona adecuada para contestarla". Niega la implicación de Libia en aquella masacre y hace entrever que tal vez estuvieran detrás Irán, Siria o los palestinos.
Al-Megrahi empieza ya a estar cansado. Pero antes de que sea la familia la que interceda, el terrorista lanza un mensaje a las familias de las víctimas: "Entiendo que me odien (...), pero como dice un refrán de mi pueblo, 'la verdad nunca muere'".