La Caía la noche y la embestida de las fuerzas armadas israelíes por tierra, mar y aire, ha atronado en Gaza. La artillería ha entrado en acción por primera vez en el octavo día de la guerra para barrer la zona fronteriza de la franja de norte a sur. Buques de la Marina, cazabombarderos y helicópteros castigaron también el territorio palestino matando a una treintena de personas. Los milicianos de Hamás aumentaron la frecuencia de sus andanadas de cohetes en una batalla desigual como pocas. Poco después de las ocho de la noche, los carros de combate invadían por tierra atravesando el muro de hormigón por el norte de la franja.
La reacción de Hamás no se ha hecho esperar. "El precio de esta incursión va a ser muy caro", ha asegurado un portavoz en una comparecencia televisada retrasmitida por la cadena Al Jazeera. "Gaza será para vosotros una tumba", ha sentenciado.
Poco después de confirmarse el inicio de la invasión terrestre, el ministro de Defensa israelí, Ehud Barak, ha asegurado en declaraciones recogidas por la agencia Reuters, que la operación "no será fácil ni corto (...) No estamos hambrientos de guerra, pero no toleraremos una situación en la que nuestras ciudades son objetivo constante de Hamás".
Por la mañana, los bombardeos israelíes se habían concentrado en las viviendas de dirigentes de rango medio de Hamás. Por la tarde, una mezquita de Beit Lahia, en el norte de Gaza, también sucumbió al fuego israelí. Al menos 11 personas morían en el templo, veinte más en otros ataques. A esa hora de la tarde, ya en la oscuridad, la carretera Saladino, que atraviesa Gaza a lo largo de sus 45 kilómetros, fue bombardeada antes de la entrada por tierra de los blindados en varios tramos para impedir la movilidad de los milicianos. "El objetivo es destrozar la infraestructura terrorista de Hamás en el área de operaciones, y tomar varias zonas de lanzamiento para recudir la cantidad de cohetes disparados contra civiles israelíes", decía el escueto comunicado del Ejército. Más de 450 muertos palestinos -frente a cuatro israelíes- han perdido la vida por la metralla o bajo los escombros de las decenas de edificios públicos, mezquitas o viviendas derribadas.
Imposible a estas alturas determinar el tiempo que durará la invasión y su profundidad. Un portavoz del jefe del Ejército israelí ha asegurado que las operaciones "durarán numerosos días", según informa la agencia Reuters. Mientras, el Ejército israelí ha movilizado a miles de reservistas.
En junio y julio de 2006, tras la captura del cabo Gilad Shalit, los blindados entraron sólo unos pocos cientos de metros en la franja. Por activa y por pasiva aseguran los gobernantes israelíes que no pretenden regresar a la situación previa a septiembre de 2005, cuando 8.000 colonos y miles de militares fueron evacuados del territorio ocupado.
Israel domina el espacio aéreo y el marítimo de Gaza al cien por cien. Y su superioridad por tierra es apabullante. Se enfrentan la tecnología más sofisticada contra la determinación total de las milicias islamistas. Aunque a ciencia cierta, nadie sabe el arsenal que ha podido acumular Hamás en año y medio de control absoluto de Gaza. Es la única incógnita que ha retraído de algún modo a militares y líderes políticos israelíes desde hace meses.
En un comunicado del Ejército israelí, recogido por la agencia EFE, se asegura que "los residentes de Gaza no son el objetivo de la operación. Aquellos que usan a los civiles, los ancianos, las mujeres y los niños como escudos humanos son responsables de todos los daños a la población civil". Pero advierte de que "cualquiera que esconda armas o a un terrorista en su casa será considerado terrorista".
El feroz ataque de la tarde de hoy ha desembocado en la invasión terrestre. Una operación que entraña graves riesgos para los soldados. La milicia islamista, que rechaza levantar la bandera blanca, ha desafiado un día sí y otros también al Ejército israelí para que desencadene esa invasión por tierra. Más de 10.000 militares están apostados en el linde fronterizo para ejecutar una orden que se ha convertido en el nudo gordiano de esta guerra.
Los mandos castrenses, según informaba el diario Haaretz, estaban divididos sobre la conveniencia de dar luz verde al asalto de la infantería. Y los dirigentes políticos no podían dejar de calcular los costes electorales de una hilera de ataúdes, sobre todo si, además, no se consigue frenar completamente el lanzamiento de cohetes. Lo que ahora parece seguro es que no consideran suficiente el castigo propinado a Gaza en ocho días de destrucción para restaurar la capacidad de disuasión erosionada en los últimos años.