SANTIAGO. Treinta rutas diferenciadas por letras que van desde la A hasta la Z es una característica única del transporte público urbano en esta ciudad conocido como “concho”.
“Estoy esperando una K” o “Tengo que coger una M” son frases que forman parte de la cotidianidad de quienes tienen que movilizarse de un lado para otro sin contar con un vehículo propio, pero sí con los 13 pesos que les cuesta subirse a un carro del transporte público en cualquiera de las rutas.
La letra que diferencia a un carro del otro se deriva del nombre del lugar a donde se dirige o empieza y termina la ruta que cubre el chofer.
Por ejemplo La N, va a Nibaje, la B a Bella Vista, la G, Gurabo, la H a Hato Mayor...
Pese a los beneficios que “los carritos del concho” ofrecen a los pasajeros, muchos se quejan por el desorden que caracteriza a muchas de estas rutas, excepto la K que según todos los entrevistados es la ruta más organizada de las que hay en esta ciudad.
Hay quienes afirman que al subirse a uno de estos carros, están arriesgando sus vidas puesto que los choferes conducen sin ningún tipo de responsabilidad; se faltan al respecto entre ellos mismos, rebasan sin contemplación, irrespetan las señales de tránsito y, sobre todo, algunos conducen a elevadas velocidades puesto que según afirmaron pasajeros, ”lo único que les interesa es montar personas para ganar dinero”.
Es muy frecuente observar en la calle, cómo algunos choferes se paran a recoger personas en zonas donde un letrero visible se les deja saber que ahí está prohibido pararse.
Pero ellos nunca hacen caso, por lo que en más de una ocasión con voz de ruego se ven en la obligación de pedirles a los agentes de la AMET que les exoneren la multa.
Más de un pasajero de los que frecuentan las principales rutas de esta ciudad afirma que “los choferes de conchos, viven en competencia a ver quien monta más personas”.
Quizás esa afirmación da la respuesta al porqué de los constantes sustos que viven los pasajeros dentro de estos carros ante los frenazos que dejan a muchos sin aliento y sin deseo de volver a abordar otro concho.
Pero, no sólo de frenazos desprevenidos padecen los pasajeros de ciertas rutas en esta ciudad.
Johanna Díaz, quien frecuenta la ruta F dijo que “un día iba en un carro de esta ruta y un hombre hizo señal al chofer para que se parara, éste se estacionó en medio de la calle, impidiendo el paso a los demás, empezaron a tocarle bocina, el chofer se desesperó y arrancó sin haberle dado tiempo al pasajero a cerrar la puerta ni entrar bien, por lo que le lastimó una pierna”.
Excepción
Quienes abordan mayormente la ruta K, dicen que aunque no todo es perfecto, se sienten más seguros en esta ruta, que según indicaron refleja la organización hasta en la fachada de los autos.
Algunos de los entrevistados exhortaron a los choferes de las distintas rutas respetar sus propias reglas, al manifestar que “ponen paradas en distintos puntos pero la mayoría se para en todos los sitios menos donde están supuestos a recoger los pasajeros”.
La última
El vocero
de la Federación de Trabajadores del Transporte y secretario general de la ruta K, Domingo Matías, dijo que la última ruta creada es la ZP.