El Papa Benedicto XVI ha hecho esta tarde, ocho de la mañana en España, su entrada triunfal en Sydney surcando la bahía a bordo del yate Sydney 2000. Tras recorrer los lugares históricos de la ciudad, unos 120.000 jóvenes, que lo esperan hace varios días en estado de fiesta y fervor, le han recibido en la explanada de Barangaroo. Allí, la Diócesis que dirige el arzobispo George Pell, miembro del Opus Dei, ha situado el centro de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ): un enorme altar al aire libre presidido por una gigantesca cruz.
Tras el paseo marítimo de 45 minutos, el Papa ha sido acogido en tierra por 43 ancianos aborígenes que le han cantado y bailado para dejar después al visitante ante los participantes en la JMJ. Con un gran crucifijo al pecho, vestido de rojo y blanco, Ratzinger ha saludado a los jóvenes con un discurso de media hora en el que ha desgranado el mensaje conservador que le ha hecho popular.
Ha condenado las "agresiones a la naturaleza", el "insaciable consumismo", y ha recordado a los jóvenes que deben evitar el abuso de drogas y alcohol, el aborto, y no dejarse llevar por el relativismo moral y la secularización.
Pese al "progreso de la ciencia médica y de la tecnología", y el aumento general de la creatividad y las oportunidades, ha explicado el Papa, persisten en la sociedad "heridas sociales que revelan que algo no anda bien en este mundo".
Se trata de un "veneno que amenaza con corromper las cosas buenas", y que se manifiesta en diversos ejemplos: "El abuso de drogas, la exaltación de la violencia, la degradación y la explotación sexual", que son presentadas "a menudo en televisión e Internet como un divertimento".
Según Ratzinger, "hay algo siniestro en el hecho de que la libertad y la tolerancia estén tan a menudo separadas de la verdad". Es el "relativismo", ha subrayado, que, "dando valor indiscriminadamente a todo, ha convertido la experiencia en lo único importante".
Si a las experiencias las despojamos de toda consideración de lo bueno y lo verdadero, ha añadido, "nos pueden conducir no a una genuina libertad, sino a la confusión moral e intelectual, a una bajada de los niveles morales, a la pérdida de la autoestima e incluso a la desesperación".
Los jóvenes no deben caer en la trampa del relativismo, ha advertido, "que se presenta como una fuerza neutral, imparcial y respetuosa de todos, pero que en realidad, como toda ideología, impone una visión global".
"Si Dios es irrelevante en la vida pública, entonces la sociedad puede plasmarse según una imagen privada de Dios, y el debate y la política serán conducidos más a la luz de las consecuencias que de los principios enraizados en la verdad".
Pero, según el Papa, nuestro mundo "se ha cansado de la avidez, de la explotación y de la división, del tedio de los falsos ídolos, de respuestas hipócritas y de la pena de las promesas falsas". Y la única solución es abrazar a Jesucristo: "¡Cristo ofrece más! ¡Mejor dicho, lo ofrece todo!", ha clamado. "Solo él, que es la Verdad, puede ser el Camino y por tanto la vida".